El Síndrome de boca ardiente como Síndrome de Sensibilidad Central

Nov 19 de 2021 0

El síndrome de boca ardiente se caracteriza por una leve o moderada sensación de ardor, dolor o quemazón en la boca que no se puede atribuir causas médicas conocidas y provoca un malestar importante al paciente.
Desde hace tiempo se han asociado los inicios de los síntomas a eventos estresantes en la vida del paciente, indicando que existen factores psicológicos desencadenantes. Pero, actualmente se le considera dentro del Síndrome de Sensibilidad Central, que se caracteriza por la existencia de una sensibilidad genética que se dispara cuando el contexto lo favorece en un proceso de sensibilización central.
El origen del problema es multifactorial y su abordaje tiene que ser, por tanto, multidisciplinar. En el presente artículo se mencionan los tratamientos médicos que han mostrado eficacia y se aborda más detalladamente el tratamiento psicológico

Introducción

El síndrome de boca ardiente se caracteriza por una leve o moderada sensación de ardor, dolor o quemazón en la boca que no se puede atribuir a lesiones de la mucosa u otros datos clínicos que lo justifiquen.

La zona de mayor afectación es la lengua (punta y bordes), por lo que se le ha llamado "glosodinia" y "glosopirosis" (lengua ardiente).

Es más frecuente en mujeres en edades medias-altas de la vida y se da más a menudo en mujeres perimenopáusicas.

Definición y diagnóstico

La Sociedad Internacional de Cefaleas (IHS siglas en inglés) define el síndrome de boca ardiente como "una sensación de ardor intraoral para la que no se puede encontrar ninguna causa médica o dental". Los criterios de diagnóstico de la IHS incluyen un dolor constante, un aspecto normal de la mucosa oral y la exclusión de cualquier enfermedad local o sistémica (Arnold y otros, 2018)

La Clasificación Internacional del Dolor Orofacial, 2020 lo define como un dolor orofacial idiopático con ardor o disestesia intraoral que se repite diariamente durante más de 2 horas al día y más de 3 meses, sin ninguna lesión causal identificable y sin cambios somatosensoriales (Currie y otros, 2021)

Causas

Su aparición se asocia a eventos estresantes, como pérdidas de seres queridos, nacimientos, cambios de trabajo, etc. Por ello se solía achacar su origen a procesos psicológicos, sin embargo, en las últimas décadas, se ha encontrado varios mecanismos neuropáticos que pueden contribuir a la fisiopatología del síndrome de boca ardiente (Orliaguet & Misery, 2021). En concreto se asocia al Síndrome de Sensibilidad Central.

En efecto, los pacientes con síndrome de boca ardiente sufren comorbilidades somáticas inexplicables como cefaleas tensionales, ardor ocular, acúfenos, dolor miofascial, hiperactividad intestinal, palpitaciones y alteraciones urogenitales entre otras. La presencia de estas comorbilidades indica que el síndrome de boca ardiente está asociado al Síndrome de Sensibilidad Central, en el que la existencia de una hipersensibilidad central primaria de origen multifactorial (genético, epigenético…) facilita la aparición y persistencia de diferentes entidades patológicas que, sin ser enfermedades per se, empeoran claramente la calidad de vida de los pacientes. El síndrome de boca ardiente, como dolor persistente conlleva esta situación de sensibilización ‐Pintor, Casañas & Hernández, 2020 A).

La sensibilización central

En los primeros estudios que llevaron a establecer la existencia de la sensibilización central se observó que la activación natural o en laboratorio de los nociceptores aumenta la eficacia sináptica en las neuronas nociceptivas del asta dorsal de la médula espinal y el efecto dura decenas de minutos después del final del estímulo desencadenante, (Woolf, 2011). La sensibilización central se refiere a esta facilitación que se manifiesta tras el final de los estímulos desencadenantes y que, una vez que aparece, sigue de forma autónoma durante algún tiempo, o sólo requiere un nivel muy bajo de estimulación en los nociceptores para mantenerla. Una vez establecida, aparece una condición en la que la estimulación en un conjunto de fibras sensoriales nociceptoras (la entrada desencadenante) amplifica las respuestas subsiguientes a otras fibras no nociceptoras o nociceptoras no estimuladas. Una implicación importante de estos primeros estudios de ciencia básica es la posibilidad de que el dolor que experimentamos no refleje necesariamente la presencia de un estímulo nocivo periférico (Woolf, 2011) como ocurre en el síndrome de boca ardiente.

Estudios epidemiológicos muestran que existe una predisposición genética a la sensibilización central (Woolf, 2011). Se supone que la respuesta inflamatoria induce la expresión de ciertos genes, lo que da lugar a un aumento de la síntesis de los receptores periféricos, que contribuye a incrementar la sensibilidad del nociceptor (Curatolo, Arendt-Nielsen y Petersen-Felix, 2006). La predisposición genética se manifestará solo si se dan condiciones físicas, psicológicas o ambientales que la disparen.

Una vez que llega la información de malestar al cerebro, generamos una respuesta emocional dirigida a paliarlo o acabar con él. Cuando se dan condiciones de sensibilización central, las vías neuronales y la generación de neurotransmisores que facilitan esta respuesta inhibitoria pueden también estar afectadas (Curatolo, Arendt-Nielsen y Petersen-Felix, 2006; Yang & Chang, 2019).

Resumiendo, sobre la presencia previa de un Sistema Nervioso Central hipersensible por condicionantes genéticos y epigenéticos, las lesiones y los procesos inflamatorios de los tejidos y nervios periféricos se asocian a profundos cambios en las vías nociceptivas periféricas y centrales: los receptores se vuelven hiperexcitables, las estructuras neuronales implicadas en la transmisión de la información sensorial se vuelven hipersensibles y los mecanismos endógenos de inhibición del dolor son menos funcionales. En consecuencia, los estímulos nociceptivos de baja intensidad e incluso los estímulos inocuos provocan un aumento de las respuestas de dolor y la propagación del dolor a zonas no lesionadas (Curatolo & Arendt-Nielsen, 2015). Es en este marco en el que aparece el síndrome de boca ardiente.

Tratamiento

El paciente con síndrome de boca ardiente normalmente acude al médico u odontólogo, que es el encargado de hacer el diagnóstico. Como ya se ha mencionado, el profesional llega a considerar la presencia de factores psicológicos en el mantenimiento del problema por exclusión de otros factores desencadenantes,  por la presencia de factores estresantes en la época de su aparición o por la existencia de un síndrome de sensibilidad central .

El origen del síndrome de boca ardiente es multifactorial. Puede haberse disparado por un cambio en las condiciones fisiológicas de la boca por diversas causas, por neuropatías (Dym & Takkar, 2020; Orliaguet, & Misery, 2021) y se mantendrá si existe o se genera una sensibilización central. Además, hay que considerar que asociado al malestar hay siempre un proceso psicológico; que consiste en la reacción emocional a la sensación que se tiene en la boca. La emoción se puede incrementar y perpetuar por las consecuencias que esté teniendo el malestar en la vida del paciente, por ejemplo, en las actividades de ocio, las relaciones personales, etc.

En cualquier caso, la importancia de un enfoque multidisciplinar  (médico y psicológico) del síndrome de boca ardiente no es objeto de discusión (Galli, Doly, Sardella y Vegni, 2017).

Aunque hacen falta más ensayos clínicos aleatorizados, Tan, Smith, Hoffman y Renton (2021) concluyen que la terapia cognitivo-conductual, la capsaicina tópica y el clonazepam, y la terapia láser han demostrado buenos resultados en una evaluación a corto y largo plazo. (de Pedro, López‐Pintor, Casañas & Hernández, 2020 B). Tratamiento de los factores psicológicos

Se han realizado estudios sobre la importancia de los trastornos psicológicos concomitantes con el síndrome de boca ardiente, concluyendo que la ansiedad y la depresión desempeñan un papel fundamental en esta enfermedad. Aunque son necesarios más estudios sobre el papel de estos trastornos en él, por ejemplo, es preciso distinguir si la ansiedad y la depresión son causas y también consecuencias del síndrome de boca ardiente. Porque muchas veces, los problemas psicológicos surgen de círculos viciosos que hay que romper. En este caso, el estrés empeora la sensación en la boca y esta incrementa el estrés y hay que establecer un proceso de aceptación del malestar que rompa el proceso de realimentación. Aquí entra en juego la terapia cognitivo conductual de tercera generación.

Cuando se habla de terapia cognitivo conductual en general, se está siendo muy poco preciso, porque en este tipo de terapia psicológica se emplean diferentes técnicas y procesos psicoterapéuticos que raramente se especifican. El tratamiento psicológico cognitivo conductual de tercera generación (terapia de aceptación y compromiso) comienza con un análisis funcional que se dirige a reconocer la conducta emocional que desencadena la sensación que tiene el paciente en la boca. También identifica en qué situaciones es más frecuente el dolor y aquellas en las que le influye más. Con estos datos se elabora un programa que ayuda al paciente a regular la emoción y a establecer comportamientos ajustados a sus metas a largo plazo.

La regulación de la emoción pasa por inhibir la respuesta automática que se asocia a esa emoción. Por ejemplo, lo que le impulsa a hacer, el enfado, la frustración, la tristeza, etc. que siente, para poder dar la respuesta más adecuada. que permita reducir la reacción emocional y, a la vez, responder de forma conveniente a la demanda concreta que exija la situación.

Es un proceso complejo porque se trata de una reacción automática e inconsciente a un malestar que se siente como incontrolable. La terapia de aceptación y compromiso abre un camino con excelentes resultados para afrontar este tipo de problemas 
https://contextualscience.org/act_randomized_controlled_trials_1986_to_present 

Más iinformación sobre la terapia de aceptación y compromiso se puede encontrar en http://www.aceptacion.es

Bibliografía

Arnold, M.(2018). Headache Classification Committee of the International Headache Society (IHS). The International Classification of Headache Disorders, 3rd edition. Cephalalgia 2018, 38, 1–211
Curatolo, M., Arendt-Nielsen, L., & Petersen-Felix, S. (2006). Central hypersensitivity in chronic pain: mechanisms and clinical implications. Physical Medicine and Rehabilitation Clinics17(2), 287-302.
Curatolo, M., & Arendt-Nielsen, L. (2015). Central hypersensitivity in chronic musculoskeletal pain. Physical Medicine and Rehabilitation Clinics26(2), 175-184.
Currie, C. C., Ohrbach, R., De Leeuw, R., Forssell, H., Imamura, Y., Jääskeläinen, S. K., ... & Durham, J. (2021). Developing a research diagnostic criteria for burning mouth syndrome: Results from an international Delphi process. Journal of Oral Rehabilitation48(3), 308-331.
de Pedro, M., López‐Pintor, R. M., Casañas, E., & Hernández, G. (2020 A). General health status of a sample of patients with burning mouth syndrome: A case–control study. Oral diseases26(5), 1020-1031.
de Pedro, M., López‐Pintor, R. M., Casañas, E., & Hernández, G. (2020 B). Effects of photobiomodulation with low‐level laser therapy in burning mouth syndrome: A randomized clinical trial. Oral Diseases26(8), 1764-1776. https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/odi.13443
Dym, H., Lin, S., & Thakkar, J. (2020). Neuropathic pain and burning mouth syndrome: An overview and current update. Dental Clinics64(2), 379-399.
Galli, F., Lodi, G., Sardella, A., & Vegni, E. (2017). Role of psychological factors in burning mouth syndrome: A systematic review and meta-analysis. Cephalalgia37(3), 265-277.
International Classification of Orofacial Pain, 1st edition (ICOP) ( 2020). . Cephalalgia; 40(2): 129-221.
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Tan, H. L., Smith, J. G., Hoffmann, J., & Renton, T. (2021). A systematic review of treatment for patients with burning mouth syndrome. Cephalalgia, 03331024211036152.
Woolf, C. J. (2011). Central sensitization: implications for the diagnosis and treatment of pain. Pain152(3), S2-S15.
Yang, S., & Chang, M. C. (2019). Chronic pain: structural and functional changes in brain structures and associated negative affective states. International journal of molecular sciences20(13), 3130.

Fuente: psicoterapeutas.com

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